sábado, 8 de novembro de 2008
Novo Blog zen no Chile
El valor de la sangre - Claude Anshin Thomas monje zen
5 de Noviembre de 2008
Traductor: Javier Gil (artículo de medialens.org)
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El valor de la sangre
La soberanía, hecha añicos por la fuerza
“Mi trabajo en Vietnam consistía en matar a gente. Para cuando me hirieron por primera vez en el campo de batalla (dos o tres meses después de entrar en combate), yo ya había sido directamente responsable de la muerte de varios cientos de personas. Ahora no pasa un solo día sin que vea muchas de sus caras.”
Son palabras de Claude Anshin Thomas, al relatar sus experiencias como jefe de tripulación de helicópteros de asalto estadounidenses en la Guerra de Vietnam. Thomas recuerda un incidente en especial:
“Llegamos allí muy bien equipados… abrimos fuego y, sin darle más vueltas, destruimos el poblado por completo. Lo destruimos todo. Una auténtica masacre, una locura. No había nada allí que no fuera parte del enemigo. Así que matamos todo lo que se movía: hombres, mujeres, niños, ganado, perros, gallinas. Sin ningún sentimiento, sin ni siquiera pensarlo. Fue fruto de la locura. Destruimos casas, árboles, vehículos, todo. Lo único que quedó al terminar eran cuerpos sin vida, fuego y humo. Era como un sueño, no parecía real. Sin embargo, cada uno de los actos que cometimos fueron completamente reales.” (Thomas, At Hell’s Gate - A Soldier’s Journey From War To Peace, Shambhala, 2004, p.20)
Tal y como le sucede a cualquier veterano de guerra, sea del bando que sea, la guerra nunca terminó para Thomas. El sufrimiento que él causó y experimentó le llevó a experimentar nuevos casos de violencia, odio, autorechazo, abuso de las drogas y del alcohol, y desamparo familiar, situándole al borde del suicidio y de otros tormentos. En su libro, At Hell’s Gate - A Soldier’s Journey From War To Peace (A las puertas del infierno – El recorrido de un soldado de la guerra a la paz), Thomas describía cómo encontró la cordura mediante la propia aceptación de su sufrimiento, y mediante la compasión por los demás y por sí mismo. Tras haber sido ordenado monje budista Zen, Thomas ha dedicado su vida al activismo por la paz, visitando zonas en conflicto en todo el mundo y realizando un peregrinaje pacifista de 8.000 kilómetros que le llevó desde Auschwitz (Polonia) hasta Vietnam.
Thomas tiene un mensaje fundamental para todos nosotros sobre la verdadera naturaleza y origen de la violencia:
“Es importante tener en cuenta que los veteranos de guerra no son los únicos sobre los que recae la responsabilidad de las atrocidades de la guerra. Los que no son veteranos también aprueban la guerra, respaldan la entrada en la guerra, apoyaron el envío de tropas a Vietnam – y son precisamente los “no veteranos” quienes a menudo dan la espalda a los soldados a su regreso, en un intento por evitar su propia complicidad con la guerra… Pero si analizamos este asunto más de cerca, nos damos cuenta de que quienes no lucharon en el campo de batalla no son distintos a los que sí lucharon; todos somos responsables de la guerra. La guerra no es algo que sucede de forma ajena a nosotros; es una proyección de nosotros, sus raíces parten de nosotros mismos. Se forja dentro de todos nosotros.” (pp.50-51)
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